Enrique Goldfarb
“Le hemos producido un enorme forado al modelo”, manifestó el exitoso dirigente de los subcontratistas de Codelco, al saltarse todas las formalidades de la ley laboral, incluida la hasta ahora sagrada negociación intraempresa, y conseguir beneficios de todo tipo.
Comienza entonces a pavimentarse el comunismo postsoviético, que espera definir la forma que adoptará, y la causa habrá sido la aplicación de una política innecesariamente sorda y ciega en lo social, que no quiso razonar en forma lógica e independiente.
La dirección de esta política económica recayó en personas que décadas atrás renegaban de todo modernismo e idea de mercado, anclados en el Chile obsoleto de la década de los sesenta. Como desconocían mucho de la esencia del modelo, tomaron lo que creían esencial, cruzarse de brazos y no hacer absolutamente nada que interrumpiera el curso del mercado, es decir de quienes disponían del capital o del acceso al crédito.
Funcionó relativamente bien en tanto el curso en que dejó la economía el gobierno militar se mantuvo. Sin embargo, cuando la forma como se encaró la crisis asiática liquidó a toda la pequeña y mediana empresa del país, pensaron que lo que había que hacer era lo mismo, o sea nada, y dejar que el mercado, o sea las decisiones de la gente con el capital o el acceso al crédito, mandaran y definieran las estructuras económicas y sociales.
Vengo advirtiendo desde hace una década que esto es suicida, porque en el mejor de los casos ha congelado los ingresos de las mayorías por diez años, y cuando ahora parece que el producto, empleo y remuneraciones están despegando, lo están haciendo sobre la base artificial de créditos a las personas que no podrán ser pagados. Por ese lado, entonces estamos acumulando una crisis que tarde o temprano manifestará sus evidentes contradicciones.
Pero en tanto ello transita a un callejón sin salida, los trabajadores comenzarán a presionar donde vean que hay importantes ganancias acumuladas. Qué más evidente que el cobre estatal. Ahora se dice que irán tras la minería privada. Y así sucesivamente. Este es el inicio del neocomunismo, despertado y alentado por la indiferencia social que dejó postergada a toda la clase media y a quienes trabajan con ellos.
Con lo que consigan, ayudarán a quienes no logran obtener aspiraciones, remuneraciones o empleo en otros sitios. Y será como una ciudad sitiada en la medida que esta gente organizada presione más y más hacia los cada vez menos que controlan todos los mercados. Se rumoreaba desde hace tiempo que los socialistas propiciaban la concentración económica porque así les resultaba más fácil proceder a la anhelada distribución, y cada vez tiene más sentido ese punto de vista.
Quienes no queremos perder el mercado y la economía privada, quienes no queremos más Estado pero si muchos más empresarios, debemos comenzar a buscar líderes que vean más allá de las fórmulas financieras en el manejo de la política del país y tomen las medidas que logren descomprimir esta verdadera olla de presión a que nos han conducido aparentes puristas del modelo que lo único que revelan es ceguera y desconocimiento de la economía que debe gobernar el país.
“Le hemos producido un enorme forado al modelo”, manifestó el exitoso dirigente de los subcontratistas de Codelco, al saltarse todas las formalidades de la ley laboral, incluida la hasta ahora sagrada negociación intraempresa, y conseguir beneficios de todo tipo.
Comienza entonces a pavimentarse el comunismo postsoviético, que espera definir la forma que adoptará, y la causa habrá sido la aplicación de una política innecesariamente sorda y ciega en lo social, que no quiso razonar en forma lógica e independiente.
La dirección de esta política económica recayó en personas que décadas atrás renegaban de todo modernismo e idea de mercado, anclados en el Chile obsoleto de la década de los sesenta. Como desconocían mucho de la esencia del modelo, tomaron lo que creían esencial, cruzarse de brazos y no hacer absolutamente nada que interrumpiera el curso del mercado, es decir de quienes disponían del capital o del acceso al crédito.
Funcionó relativamente bien en tanto el curso en que dejó la economía el gobierno militar se mantuvo. Sin embargo, cuando la forma como se encaró la crisis asiática liquidó a toda la pequeña y mediana empresa del país, pensaron que lo que había que hacer era lo mismo, o sea nada, y dejar que el mercado, o sea las decisiones de la gente con el capital o el acceso al crédito, mandaran y definieran las estructuras económicas y sociales.
Vengo advirtiendo desde hace una década que esto es suicida, porque en el mejor de los casos ha congelado los ingresos de las mayorías por diez años, y cuando ahora parece que el producto, empleo y remuneraciones están despegando, lo están haciendo sobre la base artificial de créditos a las personas que no podrán ser pagados. Por ese lado, entonces estamos acumulando una crisis que tarde o temprano manifestará sus evidentes contradicciones.
Pero en tanto ello transita a un callejón sin salida, los trabajadores comenzarán a presionar donde vean que hay importantes ganancias acumuladas. Qué más evidente que el cobre estatal. Ahora se dice que irán tras la minería privada. Y así sucesivamente. Este es el inicio del neocomunismo, despertado y alentado por la indiferencia social que dejó postergada a toda la clase media y a quienes trabajan con ellos.
Con lo que consigan, ayudarán a quienes no logran obtener aspiraciones, remuneraciones o empleo en otros sitios. Y será como una ciudad sitiada en la medida que esta gente organizada presione más y más hacia los cada vez menos que controlan todos los mercados. Se rumoreaba desde hace tiempo que los socialistas propiciaban la concentración económica porque así les resultaba más fácil proceder a la anhelada distribución, y cada vez tiene más sentido ese punto de vista.
Quienes no queremos perder el mercado y la economía privada, quienes no queremos más Estado pero si muchos más empresarios, debemos comenzar a buscar líderes que vean más allá de las fórmulas financieras en el manejo de la política del país y tomen las medidas que logren descomprimir esta verdadera olla de presión a que nos han conducido aparentes puristas del modelo que lo único que revelan es ceguera y desconocimiento de la economía que debe gobernar el país.
1 comentario:
Con esto, lo que queda claro, no es el accionar de la Concertación, sino la inacción de la Alianza.
Bien dicen que, las extremas, son las que más juntas o próximas, están.
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