domingo, mayo 27, 2007

Reacciones frente a la regla fiscal



Enrique Goldfarb

Me llamó la tención la posición extrema de ciertos políticos y economistas en contra de la rebaja de la regla fiscal. Por definición, esto representa lanzar a la economía US $ 750 millones adicionales de gasto fiscal, concentrado mayormente esta vez en Educación.
Rodeado de entradas gigantescas de recursos, que a fin de año y contando solamente los años 2006 y 2007, significarán alrededor de US $ 25 mil millones de superávit, este gasto es apenas un pequeño chorrito de lo que el país es dueño y puede hacer con estas platas. Y por el momento, tampoco significa olvidarse de guardar algunos recursos, ya que por cada dólar gastado habrá otro dólar ahorrado, correspondiente al 0,5% del PIB que se mantiene.
Restar de la economía recursos efectivos habidos por el Estado chileno de esa magnitud en depósitos, lo que significa literalmente enterrarlos y sustraerlos de todo uso práctico para invertir y acelerar el desarrollo, implica, para todo analista sereno y no comprometido con facciones internas, la política fiscal más contractiva que alguna vez se haya conocido en Chile, por supuesto en tiempos donde no hay crisis, y quizá más considerando incluso los tiempos de crisis. Significa que no hay apuesta alguna por el desarrollo.
Por ejemplo, se dice que uno de los usos posibles de los fondos externos es para enfrentar gastos previsionales eventuales que se presentarían en algunos años más. Pero no se considera que la aplicación de estas platas a inversiones de alto retorno puede dejar al país con dos beneficios en lugar de uno: por una parte, un mayor desarrollo que repercutirá en un PIB más alto y recaudaciones más altas derivadas de este mayor PIB. Con el primero se benefician centenares de miles de personas adicionales y con el segundo el propio Fisco, que puede disponer de las mayores recaudaciones para cubrir los fondos para esta contingencia, si es que se justifica absolutamente
Lo cierto es que aterra a los negocios que se vaya a mover una sola hoja que pueda subir los costos o bajar el tipo de cambio. Es decir, como su concurso se basa en las actuales escaseces que inciden en bajos salarios y un dólar quizá aguantable, la solución es enterrar las platas que han llegado. Renunciar a la prosperidad de millones de chilenos, para mantener lo que ya se tiene y de aquí nace la posición irreductible de patalear cada vez que se pretenda usar el tesoro acumulado con el cobre. De ahí la débil defensa de motejar como “populistas” a quienes piensan en contrario.
Es una visión estática y la pregunta obvia es ¿cuánto va a durar esa posición ciega que se niega a ver que la salvación de centenares de miles de personas está asociada al buen uso de los recursos tan celosamente guardados? Si se leen las declaraciones de economistas bien ortodoxos, hay varios que aceptan la rebaja de la regla y apuntan sin asco a su definitiva desaparición. Ha habido otros, ortodoxos y al mismo tiempo inteligentes, que ya han sugerido el uso de estos fondos para apurar el desarrollo del país. La mente es algo vivo que se niega a dejar de pensar y salvo que vivamos en un régimen nazi- a lo que afortunadamente todavía no llegamos- la coerción que significa esta postura anti-gastos de las platas que sí tenemos debiera tener sus días contados.
Entonces la sugerencia para esto intereses que se sienten amenazados con las platas fiscales es que hagan un análisis dinámico de cómo pueden prosperar también en un clima más benigno con las mayorías. Con las espaldas que ya tienen , no cabe duda que tendrán ventajas de sobra respecto del resto y podrán vivir en una sociedad con mayor paz social que la que hoy tenemos.