(publicado en Estrategia el viernes 29 de mayo 2015)
Enrique Goldfarb
En el mundo de la mafia, el cine nos ilustra que
muchos caían por falta de respeto: “he
showed me no respect” se justificaba el capo ante los sobrevivientes. En
la Edad Media, quien no se inclinaba ante el rey, perdía su cabeza. Machiavello
aconsejaba “más vale ser temido que querido”, y por último la cuestionada frase
“poder que no abusa pierde su prestigio”. Si bien estamos en democracia,
debemos reconocer que la historia del poder la antecede y vale la pena echarle
un vistazo.
Cuando en los colegios sólo falta que los alumnos de enseñanza básica se tomen los establecimientos, cuando los empleados públicos de Aduana paran el comercio exterior
por más de una semana porque quieren que les dupliquen el personal, cuando los
sindicatos demuestran su poder secuestrando no sólo al gobierno sino también a
los mismos empresarios, cuando la Araucanía se acerca a convertirse en un
verdadero Estado Islámico, y cuando Evo nos abofetea una y otra vez y le
seguimos el juego en una demanda de circo, entonces uno sospecha que al
gobierno le falta más mano firme. Se dirá que aquí no estamos en dictadura sino
en una democracia para y por el pueblo, pero debemos recordar que la gobernabilidad es previa y precede
justificadamente, no la democracia, sino
sus delirios y fantasías.
La gente cuestiona las distintas políticas de gobierno, pero hay un común denominador que está presente en todo este malestar, y creo que es la falta de actos de la autoridad que inspiren respeto en materias que son absolutamente transversales, como es discutir racionalmente esas mismas políticas. Y no se puede discutir en forma constructiva e inteligente si las partes levantiscas lo hacen con una pistola en la mano. Ya que si se trata de pistolas, el único que la puede tener y usar es el gobierno, que teóricamente tiene el monopolio de la fuerza. En Chile, la cosa está pareciendo que es al revés. Me parece que este respeto es esencial para reconstruir las confianzas.
La gente cuestiona las distintas políticas de gobierno, pero hay un común denominador que está presente en todo este malestar, y creo que es la falta de actos de la autoridad que inspiren respeto en materias que son absolutamente transversales, como es discutir racionalmente esas mismas políticas. Y no se puede discutir en forma constructiva e inteligente si las partes levantiscas lo hacen con una pistola en la mano. Ya que si se trata de pistolas, el único que la puede tener y usar es el gobierno, que teóricamente tiene el monopolio de la fuerza. En Chile, la cosa está pareciendo que es al revés. Me parece que este respeto es esencial para reconstruir las confianzas.