La crisis que se viene
Enrique Goldfarb
¿Por qué no se notan los síntomas?
Hay muchos problemas sociales que están escondidos detrás de las cifras económicas aparentemente buenas para todos, y que pueden ser gravísimos, como los del Transantiago, pero nada pasa. Como si hubiera una capacidad infinita de la gente para resistir de todo, hasta llegar a la molestia física indecible. Por ello, hablar de crisis sociales puede ser inconducente y hablar de otras crisis también, ya que nuestra clase política, en su mayoría, no recoge en forma importante este tema, que por su gravedad debiera dar lugar a manifestaciones y cambios que no se ven.
En consecuencia, y frente a sorderas o cegueras sociales y políticas, hay que hablar de crisis económica, y esa si que se hará sentir y vivamente. Tan poderosas son que casi hicieron caer al gobierno militar en la década de los 80. Y sepultaron el modelo económico por algunos años, hasta que retomó impulso.
¿Dónde se originó la crisis?
La crisis económica que se viene en Chile, es producto del costo social y económico derivado de la forma como se encaró la crisis asiática en el año 1998, y que cerró las puertas del crédito, primero a las pequeñas y medianas empresas, y después a los pequeños y medianos empresarios que las manejan, los que quedaron atrapados en una marejada de deudas que no pudieron pagar.
Este proceso se vio en forma tangible hasta el año 2003, después de cuatro años de estancamiento crediticio y económico, lo que produjo estancamiento o decaimiento en los niveles de ingreso de las grandes mayorías. Sin embargo, la banca se aburrió de no prestar dinero y encontró otro sujeto crediticio: las personas.
Razones de una aparente normalidad
Rápidamente, las grandes tiendas y supermercados encontraron que la llave del negocio la tenían ellos, ya que podían acudir más rápidamente que cualquiera a concederle préstamos a la gente en el momento mismo de su compra. Y de hecho le robaron a los bancos gran parte del negocio, y prestaron con sus propios recursos, con los que podían obtener de sus proveedores a los que comenzaron apagar en forma diferida a 90 ó 120 días, y finalmente a los mismos bancos, los que prestaron a estas grandes tiendas para que ellos pudieran extender sus créditos a las personas. Sin contar a las AFP, las que tomaron bonos de deuda de estas empresas para que pudieran acometer con más espaldas el negocio financiero.
La gente, agradablemente sorprendida que se le dieran créditos para que pudieran hacer sus compras, se empezó a endeudar en una escala creciente y en un proceso vigoroso, de tal manera que desde hace tiempo, gran parte del crecimiento económico, que se lee a través de los IMACEC y del PIB se explica por la actividad financiera, que con la última medición elevó en más de dos puntos y hasta 15% su representación en las ponderaciones del Producto, y por las ventas de bienes de consumo.
Es así que cuando se anuncian los IMACEC, increíblemente altos en general en lo que va corrido del año, los componentes de actividad parciales como la industria , minería y energía, no logran explicar el aumento total, debiendo en consecuencia existir sectores más escondidos que son responsables del empuje y estos son los señalados más arriba: los préstamos y el consumo.
La viga maestra del crecimiento
En consecuencia, no son las nuevas empresas pujantes las que explican por qué nos hemos movido mejor en los últimos tres años y poco más. Son los bancos y la gran actividad comercial los que está tirando el carro del crecimiento, pero en forma inorgánica, ya que la velocidad de los préstamos es mucho mayor que la velocidad de crecimiento de los ingresos. Es decir la deuda crece a mayor velocidad que la capacidad de pago y estás se distancian cada vez más.
Hay varias señales de que el incumplimiento en los pagos de deuda del comercio está alcanzando niveles muy grandes, pero estos al parecer no asustan a estas tiendas que no quieren renunciar a su aparente gallina de los huevos de oro, y tapan deuda mala con nueva deuda, en un fenómeno que hará crisis violenta apenas los acreedores exijan que les paguen sus créditos o que la bolsa refleje la debilidad de donde están montados los ingresos de estas empresas. Creo que la capacidad para esconder esta realidad no es infinita y en un minuto dado se rompe.
Los efectos del quiebre
Y como sostenemos más arriba, el propio PIB está montado sobre esta escalada de ventas del consumo, y de los créditos asociados, de manera que el efecto en un menor crecimiento será notable, como asimismo en el desempleo y es posible que nos terminemos gastando los excedentes del cobre en programas asistenciales pagados por el Estado.
La mala noticia es que este escenario se explica incluso sin que haya crisis externa, es decir, de un aumento de tasas de interés importante de los EE.UU. los que se debaten entre los temores inflacionarios y temores recesivos. En este caso, la velocidad de la crisis sería enorme.
Un destino fatal
Si se actuara racionalmente, las propias autoridades económicas debieran empezar a dar las señales para cambiar la estructura del crecimiento: menos crédito de consumo, menos crédito a las personas y más a las empresas, para que las personas vayan solidificando su capacidad de pagar los compromisos. Y para ello tiene que terminar por normalizar la deuda de las víctimas del 98, que son los que debieran empezar a levantar las nuevas empresas.
Sin embargo, nada está más lejos de las intenciones gubernamentales y del sector privado. Todos esperan que las cosas se arreglen solas y creen que en forma espontánea crecerán el empleo, los sueldos y las empresas que lo hagan posible. Que todo lo que tiene hasta ahora está consolidado y lo que se espera para más adelante es ganar todavía mucho más. No se dan cuenta que ya entraron en los minutos de descuento para que las inconsistencias entre las deudas y la capacidad para pagarlos cobre su precio.
Enrique Goldfarb
¿Por qué no se notan los síntomas?
Hay muchos problemas sociales que están escondidos detrás de las cifras económicas aparentemente buenas para todos, y que pueden ser gravísimos, como los del Transantiago, pero nada pasa. Como si hubiera una capacidad infinita de la gente para resistir de todo, hasta llegar a la molestia física indecible. Por ello, hablar de crisis sociales puede ser inconducente y hablar de otras crisis también, ya que nuestra clase política, en su mayoría, no recoge en forma importante este tema, que por su gravedad debiera dar lugar a manifestaciones y cambios que no se ven.
En consecuencia, y frente a sorderas o cegueras sociales y políticas, hay que hablar de crisis económica, y esa si que se hará sentir y vivamente. Tan poderosas son que casi hicieron caer al gobierno militar en la década de los 80. Y sepultaron el modelo económico por algunos años, hasta que retomó impulso.
¿Dónde se originó la crisis?
La crisis económica que se viene en Chile, es producto del costo social y económico derivado de la forma como se encaró la crisis asiática en el año 1998, y que cerró las puertas del crédito, primero a las pequeñas y medianas empresas, y después a los pequeños y medianos empresarios que las manejan, los que quedaron atrapados en una marejada de deudas que no pudieron pagar.
Este proceso se vio en forma tangible hasta el año 2003, después de cuatro años de estancamiento crediticio y económico, lo que produjo estancamiento o decaimiento en los niveles de ingreso de las grandes mayorías. Sin embargo, la banca se aburrió de no prestar dinero y encontró otro sujeto crediticio: las personas.
Razones de una aparente normalidad
Rápidamente, las grandes tiendas y supermercados encontraron que la llave del negocio la tenían ellos, ya que podían acudir más rápidamente que cualquiera a concederle préstamos a la gente en el momento mismo de su compra. Y de hecho le robaron a los bancos gran parte del negocio, y prestaron con sus propios recursos, con los que podían obtener de sus proveedores a los que comenzaron apagar en forma diferida a 90 ó 120 días, y finalmente a los mismos bancos, los que prestaron a estas grandes tiendas para que ellos pudieran extender sus créditos a las personas. Sin contar a las AFP, las que tomaron bonos de deuda de estas empresas para que pudieran acometer con más espaldas el negocio financiero.
La gente, agradablemente sorprendida que se le dieran créditos para que pudieran hacer sus compras, se empezó a endeudar en una escala creciente y en un proceso vigoroso, de tal manera que desde hace tiempo, gran parte del crecimiento económico, que se lee a través de los IMACEC y del PIB se explica por la actividad financiera, que con la última medición elevó en más de dos puntos y hasta 15% su representación en las ponderaciones del Producto, y por las ventas de bienes de consumo.
Es así que cuando se anuncian los IMACEC, increíblemente altos en general en lo que va corrido del año, los componentes de actividad parciales como la industria , minería y energía, no logran explicar el aumento total, debiendo en consecuencia existir sectores más escondidos que son responsables del empuje y estos son los señalados más arriba: los préstamos y el consumo.
La viga maestra del crecimiento
En consecuencia, no son las nuevas empresas pujantes las que explican por qué nos hemos movido mejor en los últimos tres años y poco más. Son los bancos y la gran actividad comercial los que está tirando el carro del crecimiento, pero en forma inorgánica, ya que la velocidad de los préstamos es mucho mayor que la velocidad de crecimiento de los ingresos. Es decir la deuda crece a mayor velocidad que la capacidad de pago y estás se distancian cada vez más.
Hay varias señales de que el incumplimiento en los pagos de deuda del comercio está alcanzando niveles muy grandes, pero estos al parecer no asustan a estas tiendas que no quieren renunciar a su aparente gallina de los huevos de oro, y tapan deuda mala con nueva deuda, en un fenómeno que hará crisis violenta apenas los acreedores exijan que les paguen sus créditos o que la bolsa refleje la debilidad de donde están montados los ingresos de estas empresas. Creo que la capacidad para esconder esta realidad no es infinita y en un minuto dado se rompe.
Los efectos del quiebre
Y como sostenemos más arriba, el propio PIB está montado sobre esta escalada de ventas del consumo, y de los créditos asociados, de manera que el efecto en un menor crecimiento será notable, como asimismo en el desempleo y es posible que nos terminemos gastando los excedentes del cobre en programas asistenciales pagados por el Estado.
La mala noticia es que este escenario se explica incluso sin que haya crisis externa, es decir, de un aumento de tasas de interés importante de los EE.UU. los que se debaten entre los temores inflacionarios y temores recesivos. En este caso, la velocidad de la crisis sería enorme.
Un destino fatal
Si se actuara racionalmente, las propias autoridades económicas debieran empezar a dar las señales para cambiar la estructura del crecimiento: menos crédito de consumo, menos crédito a las personas y más a las empresas, para que las personas vayan solidificando su capacidad de pagar los compromisos. Y para ello tiene que terminar por normalizar la deuda de las víctimas del 98, que son los que debieran empezar a levantar las nuevas empresas.
Sin embargo, nada está más lejos de las intenciones gubernamentales y del sector privado. Todos esperan que las cosas se arreglen solas y creen que en forma espontánea crecerán el empleo, los sueldos y las empresas que lo hagan posible. Que todo lo que tiene hasta ahora está consolidado y lo que se espera para más adelante es ganar todavía mucho más. No se dan cuenta que ya entraron en los minutos de descuento para que las inconsistencias entre las deudas y la capacidad para pagarlos cobre su precio.