Enrique Goldfarb
La prensa dominical – La Tercera de hoy 25 de marzo-nos trae las denuncias de dos personajes acusando a dos políticos, de “populistas”. Jaime Ravinet trata a Adolfo Zaldívar de populista, comparándolo con Chávez y demostrando en esa insólita comparación su pobreza moral e intelectual. Por su parte el periodista Ascanio Cavallo, haciéndose eco de los corazones más felices del Chile actual, dice que Longueira se encamina al “enamoramiento” con el populismo.
Sin embargo, Adolfo Zaldívar y Longueira son los únicos casos de políticos con la sagacidad, capacidad, el carisma y la fuerza de voluntad para aquilatar la necesidad de ciertos y determinados cambios críticos y urgentes para la supervivencia de un Chile con libertades tanto económicas como políticas.
Probablemente Ud. me alegará que ambos han atacado la concentración económica e invocado la necesidad de mejorar los destinos de las clases medias y populares, lo que no tiene nada que ver con que estén protegiendo las libertades económicas, las que se relacionan más bien con darles más facilidades e incentivos a las clases empresariales.
En efecto, un aspecto a considerar es ese que Ud. me estaría señalando, pero resulta que en Chile viven 16 millones y medio de habitantes que tienen derecho a vivir y prosperar, pero que en los últimos ocho años la han visto especialmente negras, en todo el sentido de la palabra, con la excepción, claro está, de una selecta casta de personas que representan una infinitésima parte de los chilenos. Y aunque Ud. no atienda elementos éticos o morales en tales situaciones, podrá entender que esa mayoría tiene derecho a voto y en ese ejercicio y en una situación desbocada, no elegirán a los zaldívares ni a los longueiras sino a los chávez que con seguridad volverán a aparecer en la escena política, cual ave fénix. En el fondo somos distintos a los argentinos en el fútbol pero nos parecemos en que a todos nos gusta comer. Y hasta allá llegarán no más los espacios de las libertades económicas y políticas.
Por otro lado, el modelo que nos gobierna ni siquiera es capaz de producir crecimiento económico y menos una mejor distribución de los ingresos. De la manera como está operando simplemente no sirve, es como chatarra. Y querer perpetuarlo así como está, será como sostener a un cadáver, que se pone más pesado e insostenible en la medida que pasa el tiempo.
Por su parte Ravinet no es un político sino a lo más un gerente. Es como un elemento robotizado que sirve para hacer las cosas para las que está diseñado pero no es un político y menos un filósofo. Y robotizado como está, como también lo están los grandes beneficiados con el actual estado de cosas y todos aquellos a quienes tienen secuestrados, ni más ni menos que toda la clase política, cree que la única manera de respetar las libertades económicas es haciendo ganar más todavía, a los pocos que han ganado con el estancamiento económico y la pauperización de las clases medias y populares.
En esta ceguera, los que usan el término “populista” olvidan que el populismo es prometer cosas de las que son incapaces o gastar lo que no se tiene. Y en este mundo irreal, lleno de tabúes y fetiches, en que se ha convertido nuestro mundo político y la propia discusión económica, se ha elevado a la categoría de virtud enterrar en bancos extranjeros los enormes beneficios que nos ha deparado el cobre. O sea es populista quien quiere invertir con una mayor tasa de retorno los cuantiosos recursos que sí tenemos, para salir del subdesarrollo en que sí estamos . Más grave es que no han reparado en las alternativas de política económica que son posibles dentro del marco de una economía moderna y que respete las libertades y la propiedad privada.
En su extremismo y falta de independencia intelectual, han llegado a confundir el respeto a la propiedad privada, el respeto a los activos y patrimonio de todos los ciudadanos, con la obligación de perpetuar las erróneas políticas económicas que han conducido a que unos pocos hayan acumulado- producto de esos errores- fortunas que un medio más competitivo y más proclive a un alto crecimiento económico, no les hubiera hecho posible.
La prensa dominical – La Tercera de hoy 25 de marzo-nos trae las denuncias de dos personajes acusando a dos políticos, de “populistas”. Jaime Ravinet trata a Adolfo Zaldívar de populista, comparándolo con Chávez y demostrando en esa insólita comparación su pobreza moral e intelectual. Por su parte el periodista Ascanio Cavallo, haciéndose eco de los corazones más felices del Chile actual, dice que Longueira se encamina al “enamoramiento” con el populismo.
Sin embargo, Adolfo Zaldívar y Longueira son los únicos casos de políticos con la sagacidad, capacidad, el carisma y la fuerza de voluntad para aquilatar la necesidad de ciertos y determinados cambios críticos y urgentes para la supervivencia de un Chile con libertades tanto económicas como políticas.
Probablemente Ud. me alegará que ambos han atacado la concentración económica e invocado la necesidad de mejorar los destinos de las clases medias y populares, lo que no tiene nada que ver con que estén protegiendo las libertades económicas, las que se relacionan más bien con darles más facilidades e incentivos a las clases empresariales.
En efecto, un aspecto a considerar es ese que Ud. me estaría señalando, pero resulta que en Chile viven 16 millones y medio de habitantes que tienen derecho a vivir y prosperar, pero que en los últimos ocho años la han visto especialmente negras, en todo el sentido de la palabra, con la excepción, claro está, de una selecta casta de personas que representan una infinitésima parte de los chilenos. Y aunque Ud. no atienda elementos éticos o morales en tales situaciones, podrá entender que esa mayoría tiene derecho a voto y en ese ejercicio y en una situación desbocada, no elegirán a los zaldívares ni a los longueiras sino a los chávez que con seguridad volverán a aparecer en la escena política, cual ave fénix. En el fondo somos distintos a los argentinos en el fútbol pero nos parecemos en que a todos nos gusta comer. Y hasta allá llegarán no más los espacios de las libertades económicas y políticas.
Por otro lado, el modelo que nos gobierna ni siquiera es capaz de producir crecimiento económico y menos una mejor distribución de los ingresos. De la manera como está operando simplemente no sirve, es como chatarra. Y querer perpetuarlo así como está, será como sostener a un cadáver, que se pone más pesado e insostenible en la medida que pasa el tiempo.
Por su parte Ravinet no es un político sino a lo más un gerente. Es como un elemento robotizado que sirve para hacer las cosas para las que está diseñado pero no es un político y menos un filósofo. Y robotizado como está, como también lo están los grandes beneficiados con el actual estado de cosas y todos aquellos a quienes tienen secuestrados, ni más ni menos que toda la clase política, cree que la única manera de respetar las libertades económicas es haciendo ganar más todavía, a los pocos que han ganado con el estancamiento económico y la pauperización de las clases medias y populares.
En esta ceguera, los que usan el término “populista” olvidan que el populismo es prometer cosas de las que son incapaces o gastar lo que no se tiene. Y en este mundo irreal, lleno de tabúes y fetiches, en que se ha convertido nuestro mundo político y la propia discusión económica, se ha elevado a la categoría de virtud enterrar en bancos extranjeros los enormes beneficios que nos ha deparado el cobre. O sea es populista quien quiere invertir con una mayor tasa de retorno los cuantiosos recursos que sí tenemos, para salir del subdesarrollo en que sí estamos . Más grave es que no han reparado en las alternativas de política económica que son posibles dentro del marco de una economía moderna y que respete las libertades y la propiedad privada.
En su extremismo y falta de independencia intelectual, han llegado a confundir el respeto a la propiedad privada, el respeto a los activos y patrimonio de todos los ciudadanos, con la obligación de perpetuar las erróneas políticas económicas que han conducido a que unos pocos hayan acumulado- producto de esos errores- fortunas que un medio más competitivo y más proclive a un alto crecimiento económico, no les hubiera hecho posible.