domingo, noviembre 12, 2006

Comentarios de Pierre Jacomet



Pierre Jacomet , el gran lector de libros de Chile y escritor, me ha escrito un largo comentario sobre "Los herederos ilegítimos de Chicago"que creo merecedor del sitio, para mejor visualización de los lectores

Excelente comentario Enrique. Dices lo que nadie se atreve ya a decir porque el chileno aguanta todo y nunca protesta. Así, en Inglaterra el cable cuesta 8 libras al mes (8 mil pesos) y aquí cuesta 24 mil… Con el agravante que pagas el cable y, además, ves publicidad la mitad del tiempo. Eso, querido amigo, es un robo.
Para qué hablar de Telefónica. Te cobra hasta las hojas de la cuenta mensual y agrega gastos brujos menores que, en general, llegan a unos 400 pesos por mes. Eso se llama hoy “optimización del ejercicio”. Yo lo llamo robo.

Los bancos te estrujan sin misericordia. Reciben plata al 4% y la prestan mediante las tarjetas de crédito al 40%. Hasta en Roma esos intereses eran considerados criminales. Aquí, nada pasa.

Cortan la luz a cada rato, queman computadoras, el agua sale color café, los servicios son pésimos y abusadores.

Pero los buitres mundiales han encontrado en Chile un mercado perfecto. El chileno, por apocado tradicional, jamás dice nada. Le parece mal quejarse porque en el ideario mapuche el toqui o rico tiene que ser pródigo. Si no derrocha no es jefe. Si no abusa, no es autoridad.

La economía antisocial de mercado que impera en Chile es una vergüenza para sus creadores alemanes.
Desde la caída del muro de Berlín queda claro que, en economía, sólo el mercado funciona. No existe ninguna alternativa al capitalismo, ni en los hechos ni en los programas. Sin embargo, el modelo en boga hoy adolece de varios defectos:

a) exagera las desigualdades. Mientras más espectacular se vuelve el enriquecimiento de los ricos, más la miseria del mundo se torna insoportable. Luego,
b) excluye. Barrios lujosos y cercados por un lado, ghettos miserables por el otro: ruptura social que se agrava día a día. Por último,
c) desprecia. Porque ya ni siquiera considera que una masa de seres humanos es explotable: Simplemente la descalifica porque no consume y por ende no afecta al mercado.


¿Cómo el capitalismo puede ser el único modelo aceptable y ser inaceptable? ¿Hay varios tipos de capitalismo? Puede ser. Percibo dos:

1) un modelo renano, acorde con la sensibilidad europea (y japonesa);
2) un modelo neo-estadounidense y británico, surgido de la revolución conservadora de los años Reagan y Thatcher.

El modelo renano se identifica con la “economía social de mercado”. Se distingue de varias maneras de su rival anglosajón.
En el plano macroeconómico instala la cohesión social en el centro de sus preocupaciones, idea inseparable de una concepción humanista. Lejos de ser un “lujo” costoso, tal cohesión social tal vez sea un factor de eficacia global. En el contexto de la competencia mundial, no sólo compiten las empresas sino sociedades enteras. A largo plazo, una sociedad coherente, igualitaria, motivada y apacible, será más “competitiva” que una sociedad minada por la desigualdad y fragilizada por un síndrome de dislocación.

En el plano microeconómico, ve en la empresa corporaciones perdurables compuestas de socios diversos: accionistas, empleados, dirigentes, proveedores, etc. En la gestión redistributiva. Da prioridad a la stakeholder value. En nombre de la cohesión, la duración y la solidaridad, perpetúa una cierta mutualidad de méritos y beneficios. Los empleados menos productivos son “arrastrados” por los que lo son más; las estrategias y proyectos se elaboran más en función del mediano o largo plazo, que en nombre de una eficacia inmediata. Predomina una visión del tiempo largo, más allá de la inmediatez, como ocurre por lo demás en toda la institución.

Debido a la crisis del Estado-providencia europeo el modelo anglo-sajón conoce un éxito mundial fulminante. Éxito favorecido por el derrumbe del comunismo ya que, en su simplicidad y dinamismo, este modelo surgió como el verdadero vencedor en la competencia Este-Oeste.

En el plano macroeconómico este modelo, fundado en la competición, el éxito y el lucro inmediato, se aviene con las desigualdades sociales. Hasta se puede decir que favorece su retorno, y a gran escala. A la idea de Estado-providencia y justicia social sustituye lo que suele denominarse “conservadurismo compasivo”. En Estados Unidos, este último consiste en transferir, como quiere George W. Bush, gran parte de los créditos federales de acción social a las organizaciones religiosas, a fin de mejor asegurar el enderezamiento moral de Norteamérica. En esta perspectiva, en efecto, el pobre y el excluido son tratados menos como víctimas que como responsables. Se les considera culpables de su propio fracaso. En calidad de perdedores, no deben gozar de una ayuda pública inconsiderada que podría alentar su haraganería. En esta lógica exacerbada de competición, toda empresa debe matar para no morir. Los ganadores son “killers”. El “suave comercio” caro a Montesquieu deja lugar a la guerra total. Las Business Schools se convierten en escuelas de guerra y estudian a Sun Tzu junto Maquiavelo. Por desgracia, olvidan a Hobbes y en su ignorancia supina ignoran los ciclos históricos ya descritos por los griegos: koros - hybris – ate, auge, excesos y colapso.

En el plano microeconómico se caracteriza por la famosa revolución del corporate governance. Esta revolución correspondió con la toma del poder por los accionistas. Sin entrar en los detalles, a partir de los años noventa se impusieron nuevas reglas no sólo en la gestión, sino en la idea de empresa que pasó a ser un mero “paquete de acciones” destinado a producir valor en Bolsa, la shareholder value.

Esto pasa por las ganancias, y ganancias súbitas e impone una visión meramente financiera de la empresa. Hoy, y cada vez más, la empresa está en proceso de convertirse, vista desde afuera, en una simple imagen y, desde adentro, en una malla ramificada, en intercambios de información que generan riqueza en no-lugares. Antes eran lugares y patrias, ahora son marcas y redes. Lo que era orgánico se torna virtual y planetario. Existe una unidad de medida (la rentabilidad del capital), un metro universal, una lógica absoluta, un nuevo cartesianismo del capitalismo que se aplica en todas partes del mundo. Toda empresa debe adaptarse, en Hamburgo, en Hong Kong o en Manila. Esto significa que ya no estamos ante una singularidad estadounidense sino ante un fenómeno de difusión mundial.

Por cierto, este modelo de capitalismo mostró su irrefutable eficacia a corto plazo. Ello no impide que su desalmada crueldad favorezca las tendencias menos aceptables del capitalismo, hasta el punto de instaurar una economía antisocial de mercado.

Además, mientras más cambia la economía, más incierta e imprevisible se vuelve la vida de los trabajadores. Este modelo de capitalismo, volcado en el corto plazo, obedece a las reglas del zapping generalizado, tanto del consumidor como del asalariado. La empresa ya no es una institución protectora con derecho a esperar de sus empleados un mínimo de lealtad. Sólo es una estructura abstracta que los presiona. Estamos ante una nueva lógica: la de la disloyalty.

A consumidor zappero, empleado nómada. La deslealtad se ha vuelto tan “normal” que la fidelidad es sospechosa: permanecer demasiado tiempo en una empresa, conservar el mismo empleo se han convertido en comportamientos preocupantes. Ante esto, “las empresas ya no son responsables ante sus empleados, la comunidad y el público en general. Consideran que su único deber es maximizar su valor accionario, lo que logran bajando furiosamente los costos y agregando valor”, adoptando soluciones cobardes, como instalarse en países cuya mano de obra alquilan a precio vil, en lugar de esforzarse en ser mejores. Esa no es la idea de “libre competencia”. Es buscar refugio por incapaces.

.


No se necesita ser Nostradamus para ver el remate de todo esto y a corto plazo. Ha sucedido antes innumerables veces pero el humano carece de centro de saciedad y de noción histórica. Piensa que lo válido hoy lo será siempre y no es así. Esperemos que esta locura (porque es locura) no desemboque en una guerra nuclear con dos o tres mil millones de muertos (Claro: el mercadista a ultranza diría que no importan porque consumen muy poco).

Pierre Jacomet

No hay comentarios.: